El caso tenía todos los ingredientes para alimentar la mitología popular durante semanes, y lo consigue plenamente. Comenzó cuando empresas del entorno de Gerona comenzaron a sufrir robatorios con características curiosas. La gente comenzó a llamar a los autores «ladrones emboscados», porque actuaban, desaparecían misteriosamente y se suponía que se escondían en campamentos que improvisaban en los bosques. Eran cuatro y, según parece, procedentes de Rumanía. Sus actuaciones eran cada vez más espectaculares y al final incluso absurdas. Tuvieron especial intensidad durante las fiestas navideñas y, después de una pausa, se repitieron en enero.
Los Mossos establecieron estrictos controles y aseguraron que tenían rodeados a los ladrones. Pero debía ser un acosamiento muy precario, porque en dos ocasiones los robatorios se producían mientras los Mossos patrullaban en la misma calle donde estaban los chalets y granjas asaltadas. Parecía evidente que los ladrones no querían sólo aumentar su botín, sino, al mismo tiempo, mofarse de los Mossos de Esquadra. Era el tema de murmuración en todas las barras de bar.
Cada robo iba acompañado de una comilona en el lugar de los hechos. Después se encontraban restos de los festines: queso, embutidos, cacahuetes, cabezas de cordero, gallinas, botellas de vino y cava, turrones. Incluso se habían comido medio ciervo que había en un camión frigorífico. Los Mossos siempre llegaban tarde, cuando ellos habían acabado los postres y se habían escondido una vez más en el bosque, como Robin Hood.
Ya no se sabía donde empezaba la ficción y acababa la realidad. Nadie quería quedarse atrás en la narración de peripecias de los emboscados. Cualquier robo, por habitual que fuera, era atribuido a los misteriosos rumaneses fugitivos.
Hubo dos detenidos: uno quedó en libertad por ser menor de edad y el otro aseguró que no formaba parte de la banda. Los jueces han comenzado a tomar declaración a la legión de afectados. Y mientrastanto, los ladrones emboscados siguen impunes.
Quizás ya estén lejos, puede que sólo existieran en la imaginación colectiva, que ha ido mezclando hechos sin relación entre si para generar una de las leyendas más populares de los últimos tiempos, muy propia de la cultura rural de las zones donde se han ido roduciendo los robos.
Traductor: Juan Soler