En la próxima charla, Aníbal Bueno, que está haciendo el doctorado en Ciencias en el área de la genética molecular y la biomedicina y fue presidente de Hablando de Ciencia durante cinco años, nos ilustrará sobre los orígenes de la superstición.
Aunque creemos ser racionales, distamos mucho de serlo. Nuestro cerebro incorpora mecanismos que son de utilidad en el mundo real pero que a menudo nos conducen a conclusiones equivocadas. Sólo con el método científico tenemos una herramienta que nos permite discernir la verdad.
La charla se celebra este sábado 19 de noviembre en la Fundación Inceptum, Carrer del Rector Triadó 31. Puedes apuntarte en el siguiente formulario:
Los orígenes de la superstición
Os recordamos una vez más que podéis seguirnos también en Twitter a través de la cuenta @esceptics o mediante el hashtag #eeepBCN, además de las redes sociales Facebook y Google+.
Nuestro cerebro no funciona de manera totalmente racional. La evolución nos ha dotado de una serie de mecanismos para llegar a conclusiones que prescinden de la lógica y la deducción, para basarse en la inducción y en los razonamientos precipitados. Esto fue así porque fue ventajoso para nuestra especie. Hubo momentos en los que debimos ser capaces de establecer relaciones causa-efecto sin tener los datos suficientes, pues premiaba más la rapidez en las conclusiones que la veracidad de las mismas.
Daniel Kahneman, premio Nobel de psicología analiza en su libro «pensar deprisa, pensar despacio» las razones neurológicas por las que nuestro cerebro funciona aferrándose a religiones y supersticiones varias de una manera tan radical; del mismo modo, Michael Shermer nos explica en «por qué creemos en cosas raras» la naturaleza psicológica de las creencias en seres sobrenaturales.
Si echamos un ojo a África, cuna de la humanidad, podemos contemplar como en Camerún, la etnia Koma, sigue realizando la danza de la lluvia en pleno siglo XXI, cuando se encuentran en temporada seca y necesitan el agua para sus cultivos. En Etiopía los Mursi colocan grandes platos en los labios de sus mujeres para hacerlas más fértiles, a costa de destrozar su dentadura. En Tanzania, los niños albinos siguen siendo asesinados y descuartizados para vender sus extremidades, pues son considerados brujos. La medicina animista (Mali) o el Vudú (Benin) son otra muestra de rituales que hacen uso de cuerpos muertos de animales y figuras humanas para sanar o invocar magia negra, según sea el caso.
Es fácil mirar desde lejos estas creencias y no ver lo ridículas que son. Sin embargo, si nos miramos el ombligo, aquí en España tenemos mucha gente que cree en la homeopatía, en el reiki, en la acupuntura, en la reflexología, en el tarot. Vemos como individuos como Sandro Rey, un vidente, es capaz de ingresar miles de euros en una sola noche, por llamadas de gente que cree ciegamente que este señor habla con su familiar muerto. ¿No es esto tan absurdo como la danza de la lluvia? Aún es mucha más la gente que acude a la Iglesia, los domingos, a comunicarse con un supuesto ser todopoderoso al que, a pesar de los conocimientos actuales en Biología, Geología y Genética Molecular, le siguen atribuyendo el hecho de su
existencia.
Nuestro cerebro es una herramienta incompleta a la hora de seleccionar que es lo real en el Universo, por ello, debemos hacer uso de otra herramienta que el propio ser humano ha ido desarrollando a lo largo de su historia precisamente para evitar este tipo de errores: El Método Científico. Debemos
pasar el método científico sin pudor, como un rodillo, sobre todo aquello que queramos comprobar.